El Mont - Mare de Déu del Mont
📊 INFORMACIÓN GENERAL
📖 DESCRIPCIÓN DE LA RUTA
El Mont, conocido tradicionalmente como Mare de Déu del Mont, constituye una de las elevaciones más veneradas y emblemáticas de la comarca del Berguedà con sus 1.125 metros de altitud, una cumbre sagrada que forma parte del prestigioso catálogo de los '100 Cims' de la FEEC y domina espiritualmente el territorio desde su posición privilegiada en las estribaciones meridionales del Pre-Pirineo catalán. Esta montaña mística, coronada por el histórico santuario mariano que le da nombre, se ha consolidado como destino obligado para peregrinos y senderistas que buscan combinar experiencia montañera, patrimonio religioso y panorámicas excepcionales sobre el corazón de Catalunya en una jornada de notable valor espiritual y paisajístico.
El recorrido de 15.3 kilómetros desde el Monestir de Sant Llorenç de Sous aprovecha antiguos caminos de peregrinación que conectaban tradicionalmente los monasterios benedictinos con los santuarios marianos dispersos por las montañas catalanas, ofreciendo una inmersión auténtica en el paisaje espiritual y natural que ha conservado su carácter contemplativo a lo largo de los siglos. La ruta comienza en el conjunto monástico de Sant Llorenç de Sous, joya del románico catalán del siglo XI que constituye uno de los ejemplos más puros de arquitectura benedictina en Catalunya, proporcionando un marco incomparable para iniciar esta peregrinación montañera.
La aproximación inicial discurre por senderos forestales perfectamente conservados que serpentean entre bosques mixtos de haya, roble y abeto, proporcionando sombra natural durante la ascensión gradual hacia las laderas donde se asienta el santuario de la Mare de Déu del Mont. El camino atraviesa antiguos claros monásticos donde los monjes benedictinos desarrollaron tradicionalmente actividades agrícolas y ganaderas, evidenciados por los vestigios de construcciones rurales, fuentes benditas y sistemas de aprovechamiento hídrico que testimonian siglos de vida contemplativa en armonía con la naturaleza.
Las características geológicas de El Mont revelan las típicas formaciones paleozoicas del macizo catalán, con predominio de esquistos y pizarras hercínicas que han creado un relieve ondulado característico, alternando con afloramientos de cuarcitas que proporcionan excelentes miradores naturales durante todo el recorrido. Esta diversidad litológica ha favorecido el desarrollo de suelos ácidos que sustentan ecosistemas montanos únicos donde prosperan hayedos centenarios, abetales húmedos y comunidades de plantas acidófilas que crean paisajes de excepcional belleza durante todas las estaciones del año.
A medida que se gana altura, la vegetación evoluciona desde los bosques densos de las cotas inferiores hacia formaciones más abiertas donde predominan los prados alpinos y las landas de brezo, creando paisajes de notable diversidad cromática especialmente durante el otoño cuando las especies caducifolias ofrecen espectáculos de color extraordinarios. Los tramos medios del recorrido discurren por senderos de peregrinación históricos que conservan empedrados originales, cruces de término y capillas menores que jalonan el itinerario espiritual hacia el santuario.
El ascenso final hacia el santuario de la Mare de Déu del Mont discurre por el antiguo camino de peregrinación que conserva su trazado medieval, flanqueado por cipreses centenarios y estaciones del vía crucis que enriquecen la dimensión devocional del recorrido. Durante esta sección más técnica, los peregrinos-senderistas encuentran vestigios de antigua actividad religiosa, incluyendo ermitas auxiliares, fuentes milagrosas y refugios para peregrinos que evidencian la importancia espiritual secular de esta montaña sagrada.
El santuario de la Mare de Déu del Mont, testimonio de fe popular construido en el siglo XIV sobre fundamentos románicos anteriores, recompensa el esfuerzo con su notable valor artístico y las panorámicas circulares que se extienden desde su explanada sagrada. El conjunto religioso incluye la iglesia gótica con su valioso retablo barroco, la casa rectoral y los jardines conventuales que han mantenido su carácter contemplativo, mientras que las vistas abarcan amplios sectores del Berguedà hasta alcanzar el Pedraforca, Montserrat y las cumbres orientales de los Pirineos.
La cumbre ofrece perspectivas excepcionales sobre el territorio berguedán desde el Cadí hasta las montañas de Prades, permitiendo identificar claramente todas las cumbres principales del Pre-Pirineo catalán, los valles glaciares del Ripollès y, en condiciones atmosféricas favorables, las siluetas lejanas del Aneto y la Maladeta. El mirador natural constituye una auténtica lección de geografía sagrada catalana desde una de sus atalayas espirituales más veneradas.
La flora del entorno presenta la diversidad típica de los ecosistemas montanos húmedos, con predominio de hayedos maduros que albergan comunidades de plantas umbrófilas incluyendo helechos, musgos y orquídeas de montaña. Durante la primavera, los claros forestales se pueblan de narcisos silvestres, violetas y una gran variedad de plantas aromáticas que perfuman el aire montañero, mientras que en otoño los bosques caducifolios crean alfombras cromáticas de excepcional belleza.
El descenso puede realizarse por la misma ruta de peregrinación o completando una variante circular que incluye la Font de Rocapastora y el bosque de la Devesa, atravesando hayedos primarios y fuentes cristalinas que han sustentado tradicionalmente la vida monástica. Esta alternativa permite descubrir manantiales sagrados, bosquetes relictos y estructuras religiosas menores que enriquecen considerablemente la experiencia espiritual del recorrido.
La ascensión a El Mont representa una experiencia completa que trasciende el senderismo convencional para adentrarse en las dimensiones espiritual, cultural y paisajística del patrimonio catalán, ofreciendo a peregrinos y montañistas una perspectiva única del territorio berguedán desde una de sus cumbres más sagradas, con la ventaja adicional de rutas de peregrinación históricas probadas y el valor añadido del patrimonio monástico que enriquece extraordinariamente la vivencia montañera.